viernes, 30 de enero de 2015

SENTIRSE INSULTADO

SENTIRSE INSULTADO


Cuando siente que alguien no se ha comportado bien con usted, siente que no han estimado su valor.

Por ejemplo, sentirse insultado es sentir que no estiman su valor.

Así una persona suele decir a menudo cuando la in­sultan:

"¿Por quién me toma usted?", o alguna cosa parecida.

Esto signi­fica que una persona posee cierta valoración de sí misma, por eso dice:

"¿Por quién me toma usted?", queriendo decir que si la otra persona lo supiera no se atrevería a comportarse como lo hace.

Desde luego, si no se ha forja­do la imagen de sí mismo de poseer mucho valor, no le harán perder fácil­mente los estribos.

Si tiene una alta opinión de sí, es natural que le sea más fácil sentir que los otros no estiman su valor.

Así le será más fácil con­siderar internamente.

Hasta se da el caso que una persona se preocupe tanto por la idea del trato que le dan los otros o por sospechar que se burlan de ella que se pasa toda la vida haciendo consideraciones internas.

O asimismo, algunas personas se creen superiores a las otras a causa de sus sufrimientos.

Se apegan a sus sufrimientos y llegan a considerarse merecedoras de una valoración especial porque padecen toda clase de penurias, miserias y sufri­mientos.

Se ofenden si otra persona habla de sus propios sufrimientos.

Sien­ten que la otra persona no les muestra bastante consideración y así dan prueba de egoísmo.

Les cuesta entender que los otros tienen también sus sufrimientos.

Tampoco entienden que ver el egoísmo en los otros es ver el reflejo del propio egoísmo, porque cuanto más se exige de los otros, más egoís­tas nos parecen.

¿Qué es lo que causa la consideración interna?

Planteemos la cuestión:

"¿En qué punto o cuándo empieza a hacer cargos?"

Empieza a hacerlos cuando siente que no lo estiman, cuando se siente menospreciado.

El mozo no viene cuando lo llama.

El empleado del negocio sirve primero a otra per­sona.

La gente no se fija en usted en la calle o, digamos, no le presta la suficiente atención.

O una persona persiste en ignorarlo; o tal vez oye lo que alguien dice de usted: esto es casi siempre desagradable.

Hay mil y un ejemplos posibles, más o menos de peso.

Los incidentes nimios suelen moles­tarnos —el mozo, el empleado del negocio—.

Estos dan lugar a pequeños cargos y suelen convertirse en hábitos.

Pero poseemos toda suerte de cargos de muy antigua data contra los otros, algunos almacenados en el pasado, infortunadamente.

Todos tienen su origen en la misteriosa cuestión de la propia valoración de sí.

Una persona, que se ha observado a sí misma, suele exclamar:

"¿Qué es esa cosa en mí que se ofende en este momento y que ya ha empezado a hacer cargos?

Mire, puedo observarla cómo obra en mí recogiendo materiales y recordando cosas desagradables y buscando palabras y frases para usarlas contra la otra persona para que ésta se sienta subestimada —de hecho, para que comprenda que es un desecho—.

¿Es acaso una ima­gen de mí mismo?

¿Es el 'yo' imaginario o “yo” fantasía?

¿Es la falsa personalidad?

¿O en qué se fundamenta todo esto?"

Respondemos que todo esto se funda­menta en el identificarse consigo mismo.

Todas las formas de consideración interna, de las cuales una de ellas es hacer cargos contra otra persona, perte­necen al identificarse.

El Trabajo nos dice de estudiar la identificación hasta sus raíces mismas.

El hombre se ofende únicamente cuando se identifica con­sigo mismo.

Y el Trabajo dice asimismo que un estudio de la identificación debe comenzar con el estudio cuando está usted identificado consigo mismo.

Es allí donde se puede perturbarlo, herirlo, ofenderlo, insultarlo, etc.

El estar identificado consigo mismo viene primero, el perturbarse y ofenderse segun­do, el hacer cargos internos tercero.

Maurice Nicoll





No hay comentarios:

Publicar un comentario