EL ANTAGONISMO ENTRE EL
AMOR DE SI Y EL TRABAJO
Por: Maurice Nicoll
¿No les habrá ocurrido
alguna vez observarse y reírse un tanto de las manifestaciones del amor de si?
¿Son aún demasiado
orgullosos o plenos de auto-satisfacción o simplemente ciegos?
Recuerden que en su
psicología ningún cambio puede tener lugar mientras el amor de si permanezca
sin cambio alguno.
Cuando el cuerpo de
carne y sangre es dejado a un lado no se puede llevar nada excepto la
psicología.
Una persona se convierte
en su psicología.
Es la victima de su
psicología.
Si odia, se halla en
odio, con todos aquellos que odian similarmente.
Entonces todos se odian
los unos a los otros.
El odio surge del amor
de si que ha sido herido o menospreciado o burlado.
La persona que siempre
se siente insultada está llena de amor de si.
Odia a la gente.
Hoy en día hay en el
mundo una extraordinaria cantidad de odio.
El odio hace a las
gentes sub-humanas en su comportamiento, tal como lo hemos presenciado en los
últimos años.
Para empezar a
aprehender lo que somos psicológicamente, basta preguntarse con frecuencia cuál
es nuestra relación con el bien del trabajo, con las verdades que enseña sobre
nosotros mismos.
¿Cuál es su relación con
su bien y su verdad?
Hablo de nuestra
relación interior —esto es, de nuestra verdadera relación—, no de la que
pretende o despliega o imagina la falsa personalidad.
Nuestro cuerpo
psicológico está debidamente organizado de acuerdo con nuestra relación
interior con el trabajo.
Reflexionemos un poco
sobre esta relación interior.
Cuando las gentes
sienten secretamente que hacen un acto de bondad al trabajo al asociarse con
el, no tienen ninguna relación interior con el trabajo y en realidad están
psicológicamente en peligro.
Un hombre debe desear
verdaderamente más al trabajo que al estado presente de su vida para entablar
una relación interior con el.
Debe cuidarse de nunca
patronizarlo exterior o interiormente.
He presenciado las
implacables consecuencias de haberlo hecho así.
Conectar el trabajo con
el amor de si personal es valorarse uno mismo más que el trabajo.
¿No es verdad?
El cuerpo psicológico
está entonces en desorden y no puede formarse.
Vemos que esas personas
que en el fondo se aman y se valoran a si mismas y aman y valoran su presente
vida ante todo, nunca son capaces de aprehender claramente lo que enseña el trabajo.
Todo está mezclado y es
confuso y oscuro en ellas.
La razón finca en que el
pensamiento no sigue un rumbo claro.
Ocurre como si en un río
se encontrasen corrientes opuestas y levantaran el barro en sus remolinos.
Dan vueltas en redondo.
¿Por qué?
Porque el trabajo
amenaza su amor de si.
¿Cómo se podría pensar
claramente sobre el trabajo si nuestro amor de si lo detesta en secreto o lo
ridiculiza?
Nuestros pensamientos no
lo captarán.
A este respecto citaré
otra vez una observación hecha por Pablo en su segunda epístola a Timoteo.
Se refiere a lo que
sucede cuando el amor de si se encuentra con la verdad esotérica.
Se refiere en especial
al fin de la edad en la cual estamos viviendo, "cuando todas las cosas
estarán crujiendo —poco a poco—", como dijo Gurdjeff.
Menciona varios signos y
síntomas del derrumbe general de toda bondad y verdad y el advenimiento de la
maldad y falsedad.
Entre otras cosas Pablo
dice:
"Porque habrá
hombres amadores de si mismos ( φιλατοι ) siempre aprendiendo, y nunca
pueden llegar al conocimiento de la verdad" (II Timoteo, III, 2, 7).
Es preciso que ustedes
sean capaces de ver la razón por la cual no pueden percibir la verdad por si
mismos.
El amor de si combate
las verdades del trabajo.
Las verdades del trabajo
son capaces de despertarnos.
El amor de si trata de
mantener al hombre dormido.
El despertar se vuelve
así imposible para él.
Está "siempre
aprendiendo, y nunca puede llegar al conocimiento de la verdad".
Ya deben de haber
comprendido que nadie puede despertar sin auto-observación.
Para despertar, una
persona DEBE VER cada vez más claramente a qué se asemeja.
Esto es doloroso.
Pero nos da coraje para
morir para nosotros mismos y nuestro amor de si.
Cuando el amor de si es
fuerte impide la auto-observación.
Una persona, cuando se
le dice que es difícil, lerda, satisfecha de si, perezosa, presumida, vanidosa,
etc., no puede ver simplemente lo que ello significa.
El amor de si no lo
quiere aceptar.
Suele ir a la violencia.
Si no puede ver mediante
la auto-observación, llevada a cabo paso a paso, por un tiempo prolongado y
acumulativo, a qué se asemeja, no podrá despertar a lo que es en realidad, y
así nunca deseará morir a lo que es.
Su conciencia de si no
le mostrará acrecentamiento alguno.
Y a no ser que despierte
a lo que es, el amor de sí seguirá manteniendo un poder pleno e indisputado
sobre él.
Pensará, desde luego,
que tiene poder sobre sí mismo.
Estará dolorosa,
trágicamente equivocado.
Será su orgullo, su
engreimiento, su vanidad, y el enojo o violencia que siente cuando estos son
heridos por el poder que tienen sobre él.
Es la idea de su propio
encanto y excelencia, de su autoestima, autovaloración, auto-importancia, su
cortes superioridad, y el desprecio de los otros, que lo orientaran.
Es su indiferencia
interior y su categórico egoísmo y mezquindad, su envidia, celos y deseos de
poder, que lo dominaran.
Todos esos gigantes, la
progenie del amor de si, tienen poder sobre él, no él sobre ellos.
El pequeño y tonto
"yo" imaginario, aquella cosa imaginaria a la que llama "yo",
le hace imaginar que anda por la vida en la multitud de su propia inteligencia
y fuerza, y esto es lo trágico en todos nosotros.
No. Aquellos implacables
y duros gigantes lo obligan a andar.
Excelente tema, por
cierto para una caricatura —como lo son tantas cosas en el trabajo—. (Por
ejemplo, traten de retratar su falsa personalidad.)
Si, aquellos gigantes
son señores crueles.
El hombre que esta bajo
el mando de su vanidad, digamos, sufre muchas veces y sin utilidad alguna dicho
gigante.
Por eso se siente
perplejo, a menudo herido.
Como dije recientemente,
es lo mismo que llevar un cilicio sin conocer la razón de su incomodidad.
Todos los aspectos que
asume el amor de si nos atormentan y nos hacen sufrir de centenares y
centenares de maneras, todas inútiles.
Destruyen nuestra vida.
Por lo tanto debemos
observar, y observar nuevamente, nuestro amor de sí, y llevarlo a la percepción
consciente y reconocerlo.
A esto lo llamaría el
método directo.
O debemos observar una y
otra vez a qué nos asemejamos.
Esto disminuye
constantemente el amor de si.
Empezamos por perder
nuestra admiración y amor de si a medida que observamos nuestra conducta y lo
que está en nosotros.
A esto lo llamo el
método indirecto.
En ciertos puntos los
dos métodos se mezclan.
En ambos casos, empero,
no hay que justificarse a si mismo.
O más bien, ya que esto
es imposible, es preciso observar también de qué modo uno se justifica a sí
mismo.
Quiero decir, es preciso
incluir en nuestra observación de algo en nosotros mismos aquello que lo
justifica para lograr una observación completa.
Es esto lo que olvidamos
continuamente de hacer, si bien nos fue enseñado repetidas veces.
Ouspensky solía hacer
hincapié en que la observación de si realizada por las gentes es siempre
incompleta, debido a que no han observado después como criticaron o se
justificaron a si mismas.
Cuando también se
observa el resultado sobre si mismo de lo que se observa se lleva a la
conciencia aquello con lo cual de otro modo se hubiese identificado.
Recuerden que uno no se
identifica con aquello que se observa distintamente.
Cuando una persona se
identifica con todo lo que dice, siente, piensa y hace, dicha persona no se
esta observando.
Luego, dicha persona
está dormida.
Ahora bien,
proseguiremos; consideremos las dificultades que presenta ver el amor de si.
Nuestra relación
interior con el Trabajo, por medio de la cual nos nutre, depende de dos cosas.
Una es la percepción de
las verdades que nos enseña.
Algunas de estas
verdades nos dicen que el hombre está dormido y que su tarea especial es la de
despertar del sueño, que es una multiplicidad y no una unidad, que no se
recuerda a si mismo, que se identifica y considera internamente, que se somete
constantemente al poder de las emociones negativas y de la falsa personalidad,
que sólo tiene un "yo" imaginario y comete el error fatal de tomarlo
por el yo real; y así sucesivamente.
Estas son unas pocas
verdades del trabajo.
Lo menciono porque
preguntaron recientemente cuál era el significado de las verdades del trabajo.
La segunda cosa que
determina su relación interior con el trabajo es hacer el trabajo.
Si el hombre se conecta
mediante su propia percepción interior con las verdades del trabajo y
poniéndolas en práctica se da cuenta de su bondad, recibirá los dos alimentos
necesarios para el desarrollo de la esencia.
Así como el cuerpo
físico requiere que le den literalmente de comer y beber para nutrirse, así el
cuerpo psicológico requiere los dos alimentos psicológicos del bien y la
verdad, los cuales le pueden ser suministrados por el trabajo.
Ahora bien, una de las
dos cosas que hay que hacer es observarse a si mismo y darse cuenta del bien
que esto representa con el correr del tiempo.
Una de las dificultades
en la observación de si estriba en darse cabalmente cuenta del significado de
una palabra con la cual nos califican.
Ocupémonos de la palabra
vanidad.
Alguien me dice:
"Usted es un vanidoso".
Supongamos que no me doy
cuenta del significado de esta palabra, debido a que nunca me observe a mi
mismo, y contesto: "No soy en absoluto un vanidoso", y me siento
herido.
Hay una brecha aquí que
sólo uno mismo puede llenar.
Cuando Gurdjeff dijo a
una persona hace algunos años que su rasgo principal era pavo real, dicha
persona lo miró con incredulidad.
No llegaba a darse
cuenta del significado de lo que le decían, y creo que nunca lo logró.
Sin embargo, otras
personas se dan cuenta fácilmente de lo que ello significa.
Esto nos hace ver una de
las dificultades de hacer el trabajo por el lado de observarse a si mismo.
Se da una palabra —tal
como amor de si— y dicha persona no encuentra forma de aplicarla a si misma.
Por otra parte, a veces
se suele observar algo para lo cual es imposible hallar una palabra y sólo se
lo reconoce por el sabor interior.
Quizá, más tarde, se
comprenda qué es la vanidad, acerca de la cual se era incrédulo.
Esta es una experiencia
característica en el trabajo, y una señal del debilitamiento del amor de si que
permite penetrar un poco de verdad acerca de uno mismo.
Ahora bien, retornemos
al antagonismo existente entre el amor de si y el trabajo y la cuestión de la
calidad de nuestra relación interior con este último.
Cabe exponer esta
cuestión muy sencillamente.
Si nuestra relación con el
trabajo está mezclada de amor de si no se recibe nada de verdadero y se corre
mucho peligro porque la simiente del trabajo puede ser destruida.
Este es el tema de
varias parábolas.
La semilla que cae en
terreno pedregoso y es destruida por el calor del sol es una:
"Pero salido el
sol, se quemó; y porque no tenia raíz, se seco"
(Marcos, IV, 6).
Aquí el sol es el calor
del amor de si.
A este respecto, la
parábola más importante es aquella que se refiere a la Purificación del Templo.
Significa que la
relación interior con el trabajo debe ser purificada del elemento del amor de
si y sus intereses y ambiciones.
El trabajo no es una
proposición para los negocios, ni tiene nada que ver con los propósitos de la
vida.
Esas cosas no pueden
desarrollar la esencia que ha descendido de otro nivel.
El vínculo interior con
el trabajo, purificado del amor de si, constituye el templo dentro de nosotros
mismos.
Mediante el
"templo" existe la posibilidad de establecer una comunicación con un
nivel superior, pero no si está contaminado con el amor de si y sus intereses:
"Y entró Jesús en
el templo de Dios, y echo fuera a todos los que vendían y compraban en el
templo, y volcó las mesas de los cambistas, las sillas de los que vendían
palomas; y les dijo: Escrito esta: Mi casa, casa de oración será llamada; más
vosotros la habéis hecho cueva de ladrones"
(Mateo, XXI, 12, 13).
Habrán notado con cuanta
dureza el trabajo en la persona de Jesús trata la mezcla del amor de si con
nuestra relación interior con el.
Es mezclar dos niveles
que, si no están separados en la mente y el corazón, son mutuamente
antagónicos.
El significado
psicológico de esta parábola es lo importante para nosotros hoy en día.
Maurice Nicoll
No hay comentarios:
Publicar un comentario