COMENTARIOS SOBRE EL
AMOR DE SI 2
Por: Maurice Nicoll
Tracemos una imagen del
egoísmo o amor de si.
Tiene una base amplia y
un vértice agudo.
Se lo puede pensar
diagramáticamente en la forma de un triangulo:
La base de este
triangulo nos da la extensión del amor de si.
A medida que crece desde
la base hacia la vida y los otros, se estrecha hasta llegar a ser un punto.
En estos comentarios
sobre el "amor de si" sugiero que este triángulo puede representar
los intereses que se estrechan rápidamente y que tienen su origen en los
propios intereses del amor de si.
Nuestro interés por las
cuestiones que se alejan de nosotros es cada vez menor.
No nos preocupamos en
absoluto por las cosas que están muy lejos —por las otras personas, por los
otros países—.
Ni tampoco nos
preocupamos por el mundo en que estamos, por el cosmos, por cosas tan remotas.
Decimos: "¿Qué
tiene que ver esto conmigo?"
Tracemos un triángulo
similar, pero invertido y lo superponemos:
Este símbolo es muy
antiguo.
Como cualquier símbolo
contiene muchos significados.
Gurdjeff dijo una vez
que "el simbolismo debería actuar como un choque sobre nuestro
conocimiento" y habló de cuatro clases de símbolos: hebreos, egipcios,
persas e hindúes.
El símbolo que
estudiamos aquí pertenece al simbolismo hebreo y es llamado el Sello de
Salomón.
Representa la
interpenetración de dos cosas o de dos medios o principios de niveles.
Obsérvese que un
triángulo termina como un mero punto en el otro triangulo donde se encuentra el
vértice y la base y que hay una zona intermedia en la forma de un rombo donde
los dos se mezclan, y cuatro esquinas donde no se produce la mezcla de los dos.
Si se cortara un
triangulo de vidrio azul y el otro de vidrio amarillo, habría dos zonas azules
y dos amarillas y una zona media verde donde los colores se mezclan.
Ahora bien, supongamos
que el triángulo cuya base esta arriba y cuyo vértice abajo representa un
principio que tiene una dirección contraria al triángulo de amor de si cuya
base esta abajo y el vértice arriba.
Y es preciso comprender
que el símbolo representa una interpenetración universal de un principio
superior en un principio totalmente inferior (salvo en el nivel cósmico de la
Luna).
Reconocer que hay dos
órdenes, o principios, o fuerzas, o influencias que obran sobre la vida es el
rasgo característico del centro magnético.
Han de recordar que el
centro magnético es el poder discernidor que distingue en nosotros entre las
influencias A y B.
Las influencias A son
creadas por la vida y evidentemente se relacionan con el amor de si —amor del
poder, posesiones, etc.
Pero existen también
influencias inusitadas y en verdad inexplicables, y asimismo aspectos curiosos
de la historia y extraños ejemplos de cosas que no tienen relación alguna con los
intereses de dinero.
Esas cosas maravillosas
que sobreviven en nuestra cultura, por cierto no tienen conexión alguna con el
mezquino interés de si, y son la expresión visible de otra clase de influencias
que fueron sentidas y expresadas por aquellos que poseían un centro magnético,
y fueron traducidas en arquitectura, pintura, poesía, literatura, escultura,
santidad, enseñanza, caballería, sin estar relacionadas con el inmediato afán
de lucro personal o la búsqueda de ventajas.
A menos que esta maravillosa
oleada de fuerza, esta luz extraordinaria, siga siendo transmitida de mil
maneras diferentes, no seremos otra cosa que barbaros —esto es, no tendremos
idea alguna fuera del amor de si y su codicia y estrechez de miras—.
En verdad se suele decir
que una persona puede reconocerlo todo teóricamente, sin ver su propia
condición a este respecto.
Uno de los objetos de la
observación de si es llegar a percibir los propios motivos.
Este no es un proceso
agradable y fácil.
Basta preguntarse
algunas veces a si mismo:
"¿Por qué estoy
haciendo esto?" o "¿Por qué estoy diciendo esto?" o "¿Por
qué estoy comportándome de esta manera?" o "¿Por qué estoy
escribiendo esto?"
Por más que nos cubramos
con los vestidos imaginarios de la hipocresía, estas cuestiones tienden a
desvestirnos.
A este respecto
deberíamos comprender que el trabajo es terrible y no puede ser negado.
La gente se imagina que
puede fingir.
Es imposible.
Solo lo que es verídico
puede permanecer.
Cuando profundizamos más
en la observación y el conocimiento de si, es preciso renunciar a las
manifestaciones del amor de si, que se disfrazan de algo genuino.
Recuerden lo que se dice
del trabajo en el Apocalipsis: "Y todas las iglesias sabrán que yo soy el
que escudriña, la mente y el corazón, y os daré a cada uno según vuestras
obras" (Ap. II, 23).
El objeto de este
trabajo es separarnos de lo que es falso.
Una vez les dije que
cuando yo y mi mujer fuimos al Instituto de Francia nos advirtieron "Aquí
la personalidad no tiene derecho a existir".
Cuanto mayor sea el amor
de si, menos puede permitirse su existencia.
Que viaje tan largo es.
Empero es un viaje real.
Existe.
No es una invención.
La enseñanza esotérica
no es una cosa imaginaria.
Es una de las cosas más
reales en el mundo —más real que un cheque, más real que una casa, más real que
otra persona—.
Por eso hablamos ahora
de una honradez más profunda, de una sinceridad más profunda consigo mismo, que
no tiene nada que ver con las exigencias de la vida.
Regresaremos ahora al
triángulo superior que está invertido con relación al triángulo del amor de si
—esto es, la vida—.
Si se tiene la
certidumbre que esta vida es todo, si todas las significaciones se extraen de
ella, y sólo se piensa en función de ella, luego ningún triángulo superior obra
en uno.
Hemos hablado recientemente
del significado y de cómo una cosa visible es una cosa y su significado es otra
y cómo, si no se pudiera verlo, no podría haber un trabajo interior de
separación y transformación.
Podemos transformar la
vida por medio de una nueva significación.
No podemos transformar a
la gente y las cosas cuya existencia nos es revelada por los sentidos.
Pero tenemos sentidos
interiores.
La mente es el primer
transformador.
Al pensar de un modo nuevo
nuestras actitudes cambian y de este modo cambia el significado del mundo.
Pero para pensar de un
modo nuevo, es preciso recibir y reconocer el nuevo conocimiento, las nuevas
ideas.
Es en realidad muy
sencillo, pero en nosotros surgen enormes dificultades antes de poderlo hacer,
de modo que no es tan sencillo como parece a primera vista.
Es tal nuestra fijación,
tal la identificación con nuestras opiniones, que en realidad es un trabajo muy
dificultoso.
¿Recuerdan la alegoría o
parábola de los trabajos de Hércules?
Una de sus tareas era
limpiar las cuadras de Augias que estaban llenas de estiércol.
¿Qué quiere decir el
estiércol en el significado de las parábolas?
Todas nuestras emociones
negativas, nuestros puntos de vista mezquinos, nuestros valores personales,
nuestro amor de si.
Hércules desvió un río
para limpiar las cuadras y asear los caballos de la mente.
El agua significa la
verdad, como es sabido.
El trabajo enseña la
verdad.
¿La verdad sobre qué?
La verdad sobre qué caminos,
qué ideas, qué esfuerzos, son necesarios para este cambio de ser, que nosotros,
creo que todos, anhelamos secretamente en el trasfondo de nosotros mismos.
Esto quiere decir que la
verdad esotérica, el conocimiento esotérico, puede limpiarnos de ese continuo e
inquietante sentimiento de semiculta, que probablemente toda la gente posee.
Y una persona normal en
el trabajo significa una persona que tiene un centro magnético.
El ser normal significa
esto.
Recuerdo lo que Gurdjeff
nos dijo a todos en Francia: "¿Por que están ustedes aquí?"
Esto nos dio que pensar.
¿Por qué estábamos todos
allí?
Podía decirme a mi mismo
profundamente que estaba allí a fin de no perder contacto con el Trabajo, o era
todo vanidad —el triángulo inferior— ¿o que?
Por cierto no se debía a
ventajas financieras, pero veía que había en mí muchas cosas espurias.
Este es un ejemplo de
choque, dado correctamente en cierto momento.
Ahora bien, hablemos del
triángulo superior, que en principio es lo inverso del triángulo inferior, en
motivo, dirección, sentimiento y pensamiento, actitud y propósito.
El triángulo superior es
el trabajo.
Son las influencias que
provienen psicológicamente del nivel del sol, esto es, el nivel del círculo
consciente de la humanidad.
Esto es al parecer vago.
Pues bien, intenten
descubrirlo por si mismos.
¿Acaso cambia a la
gente?
El triángulo superior es
el esoterismo.
Es pensar de una manera
por completo diferente.
Es un nuevo significado,
una nueva manera de tomar todo cuanto sucede en la tierra con todos sus
aconteceres recurrentes tal como los vemos a través de los sentidos.
Es un cielo, puesto
sobre la tierra de nosotros mismos.
Exige un amor muy
diferente del amor de si.
De hecho, está en contra
de esa cosa llamada "si mismo" y exige que se luche contra esa cosa
llamada "si mismo".
Busca entablar la lucha
en cada uno de nosotros.
Cada idea del trabajo,
cada idea de la enseñanza esotérica, del Antiguo y del Nuevo Testamento, y de
un vasto número de otras fuentes y fragmentos, se refiere a ello.
Siempre se va en contra
del amor de si.
Ello no hace que uno se
sienta más cómodo.
En absoluto.
Hace que uno se sienta
primero intranquilo y luego definitivamente incomodo en su fuero interno —pero
con una dirección.
Todo esto va en contra
de la satisfacción del amor de si— de esa persona que sueña que es y no es, de
esta quebradiza máscara de vida de si mismo.
Si nunca aplica el trabajo,
si nunca se observa a si mismo por medio de la enseñanza del trabajo, si nunca se
juzga a si mismo desde el trabajo, seguirá siendo lo que es.
Se necesita una chispa.
Es menester prender
fuego.
Es necesario ver que
estamos en presencia de algo real —si, real, pero bellamente hecho, y muy
gentil, muy delicado y hermoso.
Solo cuando aparecen
nuevas emociones, que captan y transmiten el trabajo, tienen eficacia los
pensamientos y reflexiones personales sobre el trabajo.
Si en realidad no
necesita el trabajo, nunca le podrá ocurrir algo real. ¿Cómo podría ocurrirle?
¿Y cuánta gente necesita en verdad el trabajo?
Repito esta pregunta:
"¿Por qué están ustedes aquí?"
Recuerden lo que se dice
en Hebreos:
"Porque la palabra
de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y
penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada
que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están
desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta"
(Heb. IV, 12, 13).
Como se dijo, estos dos
triángulos invertidos, este símbolo hebreo llamado el Sello de Salomón, que
pertenece desde luego a la parte esotérica y no a la literal del hebraísmo, nos
transmite la enseñanza de que siempre hay un nivel superior obrando sobre el
nivel inferior.
Pero esto no significa
que el nivel inferior lo reciba.
La misma idea está
contenida en el trabajo cuando se dice que los centros superiores están
plenamente desarrollados y trabajan constantemente aun cuando los centros
inferiores no puedan captar su significado.
Si en algún momento
pudiéramos dejar de identificarnos con nosotros mismos, dejaríamos de seguir
las influencias del triángulo inferior y podríamos recibir las influencias del
triángulo superior, pero durante mucho tiempo no seríamos capaces de
comprenderlas.
Los pensamientos y los
sentimientos enteramente nuevos, no serían reconocidos o nos parecerían pura
insensatez.
Cuando un hombre posee
un centro magnético, cuando este hecho caracteriza su nivel de ser, ya tiene
algún sentido del triangulo.
Pero si está
completamente sumergido, por entero identificado con el triángulo inferior
—esto es, con todo lo que pertenece al amor de si, su propio interés, todo
cuanto pertenece a sus sentidos— todo lo que es literal, es por entero
insensible al triángulo superior y busca interpretar la vida en función de si
mismo. Para él no hay nada más.
Maurice Nicoll
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