NOTA SOBRE CIERTOS
"YO"
Por: Maurice Nicoll
Cuando leemos a solas un
libro se suele usar sobre todo el centro intelectual o el centro emocional o el
centro motor.
Si cuesta captar el
sentido de la lectura, se lee principalmente con el centro intelectual y es
necesario hacer uso de una atención dirigida.
Se lo recuerda con
dificultad o se descubre que es poco lo que se comprendió y es preciso volver a
leerlo.
Por regla general no se
releen los libros y así nada nuevo aprendemos, desdichadamente.
Si se lee un libro con el
centro emocional, este tiene que ser excitante o romántico y se lo lee con
atención atraída.
Nuestra atención es
atraída, no dirigida, por los personajes y el relato, y bastará usar la
atención dirigida en los momentos en que no se sigue muy bien la trama del
libro o el significado de una frase.
Se lo recuerda muy bien
—a menudo muchos años después—.
Pero si el relato exige
demasiada atención dirigida se lo deja a un lado.
Esto ocurre porque cae
entre los centros.
Si un suceso doméstico
nos preocupa y abrimos un libro para distraernos, se lo lee probablemente con
el centro motor que requiere atención cero.
Algunas personas leen,
gran parte de los libros solo con el centro motor, en especial si están
turbadas, o si en un momento de tristeza se sienten obligadas a hacerlo.
En este caso nada queda.
No se guarda la memoria
de lo leído.
La atención cero carece
de memoria.
Finalmente, muchas
personas no leen en absoluto.
Ahora bien, prescindiré
de la cuestión de los centros y me ocupare de los "yo" en los centros
porque hoy deseo referirme en una forma más detallada no sólo a cómo se lee
(estando solo) sino a cómo se presta atención a otra persona —porque la lectura
es una forma de prestar atención, pero diferente.
Quiero decir que se usan
diferentes "yo".
La cuestión es la
siguiente: ¿cuál es el "yo" que esta leyendo y cuál es el
"yo" que está prestando atención en un momento dado? y esto nos trae
otra vez a la cuestión de los "yo" en general, y a toda la doctrina
de los "yo" que tiene tanta importancia en la comprensión y en la
ejecución del trabajo en la práctica.
La sorprendente
enseñanza del trabajo nos dice que ninguno de nuestros pensamientos o
sentimientos nos pertenece.
Nos dice que nos son
inducidos por diferentes "yo".
Pero a todos ellos los
tomamos como si fuesen nosotros mismos y pensamos en ellos como si fueran
nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, y decimos "yo pienso".
Esta es una ilusión.
No son nuestros
pensamientos ni nuestros sentimientos (y estados de ánimo, emociones, deseos y
sensaciones) sino los de los diferentes "yo" que hablan a través de
nosotros.
Esto es, en mi caso son
los pensamientos y sentimientos de gentes que no son yo sino que tomo como yo
mismo, sin poner en tela de juicio esta creencia.
Lo extraordinario es que
nunca había descubierto que esto era así, mientras no comprendí que estuve
viviendo todos estos años con este orden de cosas que hubiera sido manifiesto y
franco si hubiera prestado más atención.
Si, pero no manifiesto y
franco a mi vista externa o a cualquiera de mis sentidos externos.
Nunca lo había
descubierto antes porque nunca había usado un sentido interno —a saber, la
visión interna—.
Nunca me observé a mí
mismo.
Sin embargo, el poder de
discernimiento me fue dado pero nunca lo use.
De resultas de ello esas
gentes, esos "yo", hasta ahora jugaron con mi vida como les daba la
gana y yo nada sospechaba.
Pues bien, he llegado a
conocer varios "yo" en mi mismo cuya proximidad y presencia pude detectar
por diversos signos y síntomas.
Por ejemplo: uno de
ellos habitualmente comienza por afectarme físicamente y luego hace surgir
ciertos sentimientos acompañados por ciertos trenes de pensamiento, de los
cuales muchos que me son ahora familiares pero aún no completamente.
Esto es, pienso todavía
que yo estoy pensando algunos de los pensamientos que me son inducidos, porque
concuerdo con ellos.
Puedo observar otros
pensamientos que me ofrece un "yo" sabiendo que no son míos.
Esto significa que todavía
no soy capaz de observar ese "yo", puesto que participo de él como si
fuese yo —esto es, digo "yo" a esa parte—.
Así me es imposible
separarme por completo de él.
Esto significa que ese "yo"
no es aún totalmente objetivo para mi.
No lo puedo ver como
algo enteramente distinto de mi, como no siendo yo en absoluto, sino como otra
persona en mi, que desea que la tome como si fuese yo.
Pues bien, a veces
presto atención a ese "yo" y después sufro las consecuencias.
Esto sucede cuando
tienen lugar ciertas conversaciones y ese "yo" se inmiscuye y habla
de súbito por mi boca.
Logra hacerlo aunque lo
que yo piense sea verídico.
Observo que algunas de
las cosas que ese ''yo" dice no son verídicas.
Son mentiras, y por eso
no son yo.
Pero como dije, algunos
parecen verídicos y es así como pueden entrar.
No alcanzo a ver que el
"yo" entero es una mala persona que busca dañarme, porque cuando
presto atención a ese "yo" deforma aquello a lo cual prestaba
atención, y me cansa y me perturba después de haber comido lo suficiente de mi
persona como para quedar satisfecho por el momento.
Ni siquiera puedo ver
que utiliza trozos de verdad con el fin de dominarme.
O nuevamente, cuando
estoy a solas, leyendo, me doy cuenta que está allí, leyendo por mí.
Entonces conozco que en
el libro había algo similar a lo que siempre desea hacerme pensar; y, al dar
vuelta una o dos paginas, es probable que descubra que era aquello y en que
momento ese "Yo" aprovecho la oportunidad de inmiscuirse sin que yo
lo notase y dio comienzo a su diabólico hipnotismo.
Hablo gravemente porque
cuando se trabaja los "yo" negativos tienen que ser considerados con
creciente gravedad.
Algunos ocultan su
entrada con un disfraz inocente.
Pero recuerden que todos
los "yo"' negativos sólo desean hacer el mal y destruir nuestro
trabajo.
Intentan arrastrarnos y
hundirnos cada vez más profundamente en la prisión.
Lo molesto es que
fortalecemos continuamente esos "yo" por prestar atención y creer por
intermedio de ellos, y así poco es lo que se hace por los otros "yo".
Ahora que estoy leyendo
solo y sin esperar a nadie, los "yo" que leen no son los mismos que
cuando hay otras personas presentes, o espero que me interrumpan.
Quiero decir que estoy
profundamente interesado en el libro, el "yo" que esta leyendo y el
"yo" que está prestando atención no incluyen en su círculo el
"yo" que he tratado de describir más arriba.
Es preciso que hagan sus
propias observaciones sobre este particular.
Dejaré ahora este
ejemplo, pues me doy cuenta que no fue adecuadamente descrito, y se debe en
parte a la dificultad del lenguaje.
Debemos, pues, llegar
lenta y penosamente a darnos cuenta que, mientras estemos en este nivel, nada
tenemos a lo cual podemos llamar yo.
Es pura imaginación
decir que lo tenemos.
Así sólo tenemos el
"yo" imaginario —esto es imaginamos tener un yo real, permanente,
invariable—.
Pero no es así.
Es un terrible golpe
para nuestro orgullo ver esta verdad psicológica que nuestros sentidos externos
contradicen.
Algunos ni siquiera
tienen en cuenta esta idea por considerarla ridícula.
Traten, por lo tanto, de
observar sus "yo"'.
Traten de ver cuáles son
los "yo" que piensan y sienten, y les inducen esos estados de ánimo y
pensamientos recurrentes que tanto los hacen sufrir.
El trabajo cuidará de
los buenos "yo".
Pero, en lo que respecta
a los malos "yo", el camino que conduce a librarnos de ellos consiste
en despojarlos y desnudarlos, en arrancarles el precioso sentimiento de yo que
hemos tan tontamente despilfarrado, permitiendo que los "yo" malvados
se apoderasen de él en todo momento, y sin el cual serían cosas informes.
Pero una observación
incompleta no nos librará.
Nuestra observación debe
llegar en forma gradual a ser una plena observación de modo que todo
sentimiento de yo sea arrancada de los "yo" malvados.
Entonces desaparecerán.
Nos veremos libres de su
poder.
Maurice Nicoll
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