jueves, 22 de enero de 2015

NOTA SOBRE CIERTOS YO

NOTA SOBRE CIERTOS "YO"
Por: Maurice Nicoll

Cuando leemos a solas un libro se suele usar sobre todo el centro intelectual o el centro emocional o el centro motor.

Si cuesta captar el sentido de la lectura, se lee principalmente con el centro intelectual y es necesario hacer uso de una atención dirigida.

Se lo recuerda con dificultad o se descubre que es poco lo que se comprendió y es preciso volver a leerlo.

Por regla general no se releen los libros y así nada nuevo aprendemos, desdichadamente.

Si se lee un libro con el centro emocional, este tiene que ser excitante o romántico y se lo lee con atención atraída.

Nuestra atención es atraída, no dirigida, por los personajes y el relato, y bastará usar la atención dirigida en los momentos en que no se sigue muy bien la trama del libro o el significado de una frase.

Se lo recuerda muy bien —a menudo muchos años después—.

Pero si el relato exige demasiada atención dirigida se lo deja a un lado.

Esto ocurre porque cae entre los centros.

Si un suceso doméstico nos preocupa y abrimos un libro para distraernos, se lo lee probablemente con el centro motor que requiere atención cero.

Algunas personas leen, gran parte de los libros solo con el centro motor, en especial si están turbadas, o si en un momento de tristeza se sienten obligadas a hacerlo.

En este caso nada queda.

No se guarda la memoria de lo leído.

La atención cero carece de memoria.

Finalmente, muchas personas no leen en absoluto.

Ahora bien, prescindiré de la cuestión de los centros y me ocupare de los "yo" en los centros porque hoy deseo referirme en una forma más detallada no sólo a cómo se lee (estando solo) sino a cómo se presta atención a otra persona —porque la lectura es una forma de prestar atención, pero diferente.

Quiero decir que se usan diferentes "yo".

La cuestión es la siguiente: ¿cuál es el "yo" que esta leyendo y cuál es el "yo" que está prestando atención en un momento dado? y esto nos trae otra vez a la cuestión de los "yo" en general, y a toda la doctrina de los "yo" que tiene tanta importancia en la comprensión y en la ejecución del trabajo en la práctica.

La sorprendente enseñanza del trabajo nos dice que ninguno de nuestros pensamientos o sentimientos nos pertenece.

Nos dice que nos son inducidos por diferentes "yo".

Pero a todos ellos los tomamos como si fuesen nosotros mismos y pensamos en ellos como si fueran nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, y decimos "yo pienso".

Esta es una ilusión.

No son nuestros pensamientos ni nuestros sentimientos (y estados de ánimo, emociones, deseos y sensaciones) sino los de los diferentes "yo" que hablan a través de nosotros.

Esto es, en mi caso son los pensamientos y sentimientos de gentes que no son yo sino que tomo como yo mismo, sin poner en tela de juicio esta creencia.

Lo extraordinario es que nunca había descubierto que esto era así, mientras no comprendí que estuve viviendo todos estos años con este orden de cosas que hubiera sido manifiesto y franco si hubiera prestado más atención.

Si, pero no manifiesto y franco a mi vista externa o a cualquiera de mis sentidos externos.

Nunca lo había descubierto antes porque nunca había usado un sentido interno —a saber, la visión interna—.

Nunca me observé a mí mismo.

Sin embargo, el poder de discernimiento me fue dado pero nunca lo use.

De resultas de ello esas gentes, esos "yo", hasta ahora jugaron con mi vida como les daba la gana y yo nada sospechaba.

Pues bien, he llegado a conocer varios "yo" en mi mismo cuya proximidad y presencia pude detectar por diversos signos y síntomas.

Por ejemplo: uno de ellos habitualmente comienza por afectarme físicamente y luego hace surgir ciertos sentimientos acompañados por ciertos trenes de pensamiento, de los cuales muchos que me son ahora familiares pero aún no completamente.

Esto es, pienso todavía que yo estoy pensando algunos de los pensamientos que me son inducidos, porque concuerdo con ellos.

Puedo observar otros pensamientos que me ofrece un "yo" sabiendo que no son míos.

Esto significa que todavía no soy capaz de observar ese "yo", puesto que participo de él como si fuese yo —esto es, digo "yo" a esa parte—.

Así me es imposible separarme por completo de él.

Esto significa que ese "yo" no es aún totalmente objetivo para mi.

No lo puedo ver como algo enteramente distinto de mi, como no siendo yo en absoluto, sino como otra persona en mi, que desea que la tome como si fuese yo.

Pues bien, a veces presto atención a ese "yo" y después sufro las consecuencias.

Esto sucede cuando tienen lugar ciertas conversaciones y ese "yo" se inmiscuye y habla de súbito por mi boca.

Logra hacerlo aunque lo que yo piense sea verídico.

Observo que algunas de las cosas que ese ''yo" dice no son verídicas.

Son mentiras, y por eso no son yo.

Pero como dije, algunos parecen verídicos y es así como pueden entrar.

No alcanzo a ver que el "yo" entero es una mala persona que busca dañarme, porque cuando presto atención a ese "yo" deforma aquello a lo cual prestaba atención, y me cansa y me perturba después de haber comido lo suficiente de mi persona como para quedar satisfecho por el momento.

Ni siquiera puedo ver que utiliza trozos de verdad con el fin de dominarme.

O nuevamente, cuando estoy a solas, leyendo, me doy cuenta que está allí, leyendo por mí.

Entonces conozco que en el libro había algo similar a lo que siempre desea hacerme pensar; y, al dar vuelta una o dos paginas, es probable que descubra que era aquello y en que momento ese "Yo" aprovecho la oportunidad de inmiscuirse sin que yo lo notase y dio comienzo a su diabólico hipnotismo.

Hablo gravemente porque cuando se trabaja los "yo" negativos tienen que ser considerados con creciente gravedad.

Algunos ocultan su entrada con un disfraz inocente.

Pero recuerden que todos los "yo"' negativos sólo desean hacer el mal y destruir nuestro trabajo.

Intentan arrastrarnos y hundirnos cada vez más profundamente en la prisión.

Lo molesto es que fortalecemos continuamente esos "yo" por prestar atención y creer por intermedio de ellos, y así poco es lo que se hace por los otros "yo".

Ahora que estoy leyendo solo y sin esperar a nadie, los "yo" que leen no son los mismos que cuando hay otras personas presentes, o espero que me interrumpan.

Quiero decir que estoy profundamente interesado en el libro, el "yo" que esta leyendo y el "yo" que está prestando atención no incluyen en su círculo el "yo" que he tratado de describir más arriba.

Es preciso que hagan sus propias observaciones sobre este particular.

Dejaré ahora este ejemplo, pues me doy cuenta que no fue adecuadamente descrito, y se debe en parte a la dificultad del lenguaje.

Debemos, pues, llegar lenta y penosamente a darnos cuenta que, mientras estemos en este nivel, nada tenemos a lo cual podemos llamar yo.

Es pura imaginación decir que lo tenemos.

Así sólo tenemos el "yo" imaginario —esto es imaginamos tener un yo real, permanente, invariable—.

Pero no es así.

Es un terrible golpe para nuestro orgullo ver esta verdad psicológica que nuestros sentidos externos contradicen.

Algunos ni siquiera tienen en cuenta esta idea por considerarla ridícula.

Traten, por lo tanto, de observar sus "yo"'.

Traten de ver cuáles son los "yo" que piensan y sienten, y les inducen esos estados de ánimo y pensamientos recurrentes que tanto los hacen sufrir.

El trabajo cuidará de los buenos "yo".

Pero, en lo que respecta a los malos "yo", el camino que conduce a librarnos de ellos consiste en despojarlos y desnudarlos, en arrancarles el precioso sentimiento de yo que hemos tan tontamente despilfarrado, permitiendo que los "yo" malvados se apoderasen de él en todo momento, y sin el cual serían cosas informes.

Pero una observación incompleta no nos librará.

Nuestra observación debe llegar en forma gradual a ser una plena observación de modo que todo sentimiento de yo sea arrancada de los "yo" malvados.

Entonces desaparecerán.

Nos veremos libres de su poder.

Maurice Nicoll



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