LAS EMOCIONES QUE
CIERRAN, LOS CELOS
Por: Maurice Nicoll
Con respecto al Centro
Emocional y su poder sobre nosotros para el bien y el mal. Hemos hablado la
última vez como un cambio de emoción puede cambiar una situación cualquiera.
Como ejemplo, nos
ocupamos de LOS CELOS. Una oleada de celos cambia todo al instante.
Ocurre como si una
puerta se cierra de golpe dentro de nosotros y deja fuera todo lo placentero.
Hablando
psicológicamente, estamos ahora en UNA PRISIÓN.
¿No ven ustedes como
por doquier, en cualquier lugar del mundo en todo momento, puertas similares se
cierran de golpe y millones de personas se encierran en una prisión?
EL GOCE DE LOS CELOS
nos ciega al parecer y nos impide ver el lugar donde nos encierra y pesa más
que todas las incomodidades de la prisión.
Posee un atractivo
fatal, y sus efectos suelen ser destructivos.
Sin freno alguno —esto
es, identificándose al extremo— anuda y retuerce la madeja de la vida y sus
efectos son a veces irreparables.
Se puede llegar a una
etapa en la que se ruega ardientemente —y tanto— ser liberado.
En esta etapa ya no se
goza más de la emoción.
Lo que aquí ayuda es
una CRECIENTE CONCIENCIA de la prisión y su escualidez, y por cierto la mugre
de toda la condición de ser celoso.
Todo progreso en el
desarrollo emocional está marcado por el disgusto de las emociones anteriores.
La emoción, el sentir
el disgusto de los celos; el goce de estar libre de ellos y su malvada cárcel,
puede llegar a ser lo bastante fuerte como para dominarlos.
Porque es sabido que
una emoción solo puede ser conquistada por otra y mas fuerte emoción.
El Centro Intelectual
no lo puede realizar por sí mismo.
El razonamiento suele
ayudar, pero no es suficiente.
¿Cuáles son las clases
de celos que se pueden observar y arrastrar lentamente, por así decir, luchando
como serpientes, a la luz de la conciencia que las mata?
Estos son los celos
del sexo.
Esto nos lleva a la
cuestión de la relación de los celos con la violencia.
Entre los animales en
el momento del celo los celos y la violencia coexisten.
Los machos intentan
matarse unos a otros.
Luego hay los celos de
la ambición.
Por ejemplo, los
hombres que buscan empleo pueden estar intensamente celosos unos de otros, y la
rivalidad suele llevar al crimen, como nos los muestra abundantemente la
historia.
Luego hay los celos de
las posesiones —la casa más grande, el coche más amplio, más joyas, el lujo,
etc. —
A primera vista no
parece llevar tan fácilmente a la violencia, pero donde tiene que ver con el
dinero, no deja de hacerlo.
Asimismo hay otra
clase de celos.
Ahora bien, El Trabajo
enseña que todas las emociones negativas llevan por ultimo a la violencia, y
los celos son una emoción negativa.
Diré simplemente que
todos los estados negativos nos llevan al infierno y dejan fuera todo lo demás.
Las influencias que
descienden por el Rayo de Creación y son recibidas por los Centros Superiores,
capaces de cambiarnos, no pueden pasar.
Ahora bien, si no se
cree en otra cosa, se puede admitir que a veces se está en un mejor estado y
otras en uno peor.
Sabemos que hay
estados mucho peores que los que experimentamos comúnmente.
SE PUEDE EXPERIMENTAR
EL INFIERNO EN LA TIERRA de muchas maneras, externa e internamente.
Esto, lo repito, debe
admitirse aunque no se crea en cosa alguna, y para aquellos que tienen
dificultades con su negativa interior y alimentan torpes dudas puede dar lugar
a un punto de partida que está más allá de toda discusión en lo que respecta a
la recepción del Trabajo.
Ahora bien, ponerse a
limpiar los establos de Augias de las emociones negativas haciendo correr EL
RÍO DE LA VERDAD de la enseñanza del Trabajo es dar prueba de una verdadera
inteligencia.
Y, claro está, esta tarea
NOS HACE VER UN ÁNGULO completamente nuevo sobre la vida y lo que se tiene que
hacer.
Los resultados,
hablando idealmente, estriban finalmente en erradicar la violencia; porque
todas las emociones negativas conducen a la violencia y se arraigan en ella.
Nadie puede elevarse
en la escala de ser a menos de dejar la violencia tras sí.
En el propio
desarrollo la violencia debe eventualmente desaparecer.
Maurice Nicoll
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