COMENTARIOS SOBRE EL
AMOR DE SI 1
Por: Maurice Nicoll
Si tomamos en
consideración lo que es el "amor de si", se verá que abarca todo.
Es imposible librarse de
el.
Pero puede mezclarse con
otra cosa sobre la cual hablaré dentro de un instante.
No es posible obrar
fuera de cierto grado de "amor de si" —esto es, fuera del propio
interés, sentimiento de si, auto-estimación, admiración de si, deleite de si,
elogio de si, egotismo, etc.
Es inútil referirse a
este tema a menos que una persona haya empezado a ADVERTIR que el amor de si
esta obrando en ella Y SIENTA SU SABOR.
Son tantas las cosas que
atribuimos al desinterés, tantas las ilusiones que poseemos y que nos hacen
sentir que solo tenemos en cuenta el bien de otra persona, tan fácilmente
caemos en la imagen de nuestro sacrificio por otra persona, especialmente si
ella no sigue nuestros consejos, que es difícil tener siquiera una vislumbre
del bosque del egoísmo y de todas sus seudo-creaciones.
Sin embargo, si se
consigue hacerlo, es una experiencia sorprendente.
Es un verdadero choque,
semejante a la comprensión de la mecanicidad.
Produce una sensación de
socavamiento, un sentimiento de vacio que nada puede llenar en ese momento.
Cuando uno descubre la
traición de un amigo, siente como si le minaran el terreno bajo sus pies.
Pero sentirse
traicionado por sí mismo es peor.
El egoísmo cierra la
puerta a ciertas cosas y la abre a otras.
Abarca el círculo de
nuestra propia vida ordinaria, de la gente que en su conjunto no está de
acuerdo con uno o lo critica, de la familia, el orgullo por la casa, los niños,
y los amigos, los intereses personales cotidianos, los intereses económicos,
las propias posesiones, etc.
Ahora bien, se nos ha
dicho que existe la posibilidad de un desarrollo del centro emocional al que se
denomina "despertar del centro emocional".
Ese desarrollo va más
allá del egoísmo y tiene que ver con el sentimiento de nuestra nadidad.
Basta hacerse esta
pregunta: ¿Qué diferentes clases de amor ha observado en si mismo?
¿Son todas las mismas?
Ama el alimento, la
comodidad, los niños, las posesiones, ama los elogios, el dinero, el poder, ir
al teatro, vestirse bien, ama el cigarrillo, los chismes, ama aprovecharse de
los otros, ama las tramoyas, ama a su perro, ama tener éxito, ama el chocolate,
ama —pues bien, ¿qué?—.
Todos estos amores, por
más moderados que sean, son variedades del egoísmo.
Llevan todos a uno mismo
como los radios de una rueda llevan al eje.
Sorprende mucho ver que
es siempre a esa cosa llamada uno mismo a la que se prodigan consuelos, a la
que se exalta, a la que se viste bien, a la que se tranquiliza, se elogia, se
satisface, y que cuando no se lo hace, lloriquea como un niñito.
Y es siempre esta
curiosa e inquieta cosa la que se ofende, pierde los estribos, es negativa, se
indigna, cae. ¿De dónde cae?
De su punto central de
egoísmo.
Cuantas veces habrán
estado a punto de aborrecer a ese "uno mismo" y todas sus cansadoras
intrigas y falsedades, y sus complicadas mentiras y groseras ambiciones y rivalidades
y exigencias con los otros, y todas sus maneras de arruinar las cosas y de
convertir las buenas situaciones en polvo.
Si, se puede muy bien
aborrecer sus falsedades.
Pero ¿qué encontramos?
Vemos que es imposible
librarnos de el.
Al parecer estamos
ligados a el.
Reaccionamos a sus
influencias incesantemente.
Son tantas sus
triquiñuelas, tantos los fingimientos y decepciones, que es imposible tener
trato alguno con el.
Siempre llegamos
demasiado tarde.
Pero las nuevas
emociones llegan a tiempo.
Recuerden que la
velocidad de las emociones es mucho mayor que la de los pensamientos.
En suma, no podemos
tener trato alguno con el sin la ayuda de alguna otra cosa.
Echemos una ojeada a
algunas cosas que se dicen en las Escrituras.
Mucho es lo que se dice
acerca del aborrecimiento.
Empecemos con lo que se
dice en un lugar acerca de aquellos que están "viviendo en malicia y
envidia, aborrecibles, y aborreciéndose unos a otros" (Tit. III, 3).
Este es el estado
acostumbrado del amor a si mismo.
Es inevitable, porque en
el fondo el egoísmo esta contra todo lo que no lo sustenta.
Una persona puede
incluir a otros dentro de la zona de su egoísmo de tal modo que ello se asemeje
a un amor desinteresado por los otros.
Pero no es asi.
O una persona puede
engañarse a si misma de mil maneras diferentes, porque el egoísmo es muy hábil
y oculta su verdadera forma.
Lo importante es que el
egoísmo solo puede ir en contra de los otros, fundamentalmente porque no puede
amar a nada fuera de si mismo.
Solo sigue una dirección
—la dirección que lo conduce a si mismo—.
Por más que tome atajos,
siempre lo llevan al mismo lugar central.
Es el amor de si; es el
gusto de si; es el interés de si; es si en todo.
Se sienta en el centro y
reúne todo a su alrededor y murmura a todo.
¿No ha observado cómo lo
hace?
Cuando lo haga empezará
a "aborrecerse a si mismo".
En las Escrituras se
habla de "aborrecerse a uno mismo".
Esto es ir en contra del
egoísmo.
A veces la gente suele
decir que se aborrece a si misma.
Tengan la seguridad de
que es un pretexto —una sutil imagen— que creen real.
Pero la imaginación no
es nunca real y la falsa personalidad, que se fundamenta en el egoísmo, esta
compuesta de la poderosa sustancia llamada imaginación.
En algún lugar de las
Escrituras nos dicen que a no ser que un hombre se aborrezca a si mismo no
podrá comprender la enseñanza de Cristo.
También se nos dice, de
una manera extraña, que un hombre ha de aborrecer a su padre y a sus hermanos.
Cristo dijo:
"Si un hombre viene
a mi, y no aborrece a su padre, y a su madre, y a su mujer y a sus hijos y
hermanos y hermanas, cierto, y a su propia vida, no puede ser mi
discípulo". En griego, la traducción de la palabra "vida"
significa "alma" o "psique".
Por ejemplo, la frase
"dar la vida por los amigos" debería traducirse "ir en contra
del alma por amor a los amigos".
Debemos comprender que
ir en contra de la propia alma es equivalente a ir en contra del “amor de si” o
egoísmo y que aborrecer la propia vida es aborrecer al “si mismo” que está
formado y controlado por el amor de si.
En el nivel en que
estamos se puede concebir el alma como un punto de intenso amor de si con el
cual nos identificamos intensamente.
Cuando algo impide la
identificación, aborrecemos.
Es curioso observar que
el odio es lo opuesto al amor de si y que no comprendemos al amor como una
emoción positiva —esto es, una emoción para la cual no hay opuesto y de este
modo tampoco hay contradicción interior.
La cosa sería muy diferente
si lo opuesto al amor de si fuera el odio de si.
Asimismo, cabe concebir
que lo opuesto al amor es el odio de si.
Pero el amor como
acabamos de decirlo, es una emoción positiva y por eso no tiene opuesto ni
atrae a ningún contrario a si, por tener todo en si como uno.
Es una unión de
opuestos, una tercera cosa que no conocemos porque oscilamos de un lado al otro
del péndulo.
Cuando, por medio de una
observación de si imparcial que dura largos periodos, se toman fotografías de
aspectos característicos de si —y aparecen súbitamente, como una película que
se desarrolla, formada de repente por muchas observaciones separadas que se van
uniendo entre si para formar una sola fotografía— entonces la desazón o el
disgusto de si suelen aparecer
Ahora bien, esta
situación es peligrosa a menos que se siga el Trabajo.
Es un error pensar que
no se reciben instrucciones en el trabajo o, en todo caso, que carecen de
significación.
Comprenderán que esto no
es así y aprenderán por experiencia cómo y por qué es preciso seguir las
instrucciones y reflexionar sobre ellas a solas.
Por ejemplo, si la
aversión de si es genuina y no otra moda, y se vuelve negativa debido a la
autocompasión, es peligrosa.
Se ha deslizado en un
lugar equivocado y ha tomado un mal camino.
Y además, si uno se
sigue considerando como una sola persona, es riesgoso.
Es preciso comprender
que no somos una sola persona.
Es esencial para la
acción eventual del Trabajo.
Hemos de comprenderlo
cotidianamente.
De otro modo somos un
obstáculo para todo.
Somos un obstáculo para
nosotros mismos.
El trabajo no puede
obrar sobre usted, si tal es el caso.
No puede cambiar ni
sacar nada de su cuarto, por así decirlo, porque grita: "Eh, esto es
mío".
Tampoco puede alcanzar
ciertas emociones provenientes de un lugar que está más allá de la zona del
amor de si, si se toma como una sola persona.
De los muchos sutiles
golpes que el trabajo da al amor de si, uno de los primeros es la idea de que
no somos uno sino muchos —y, de hecho, que no hay 'yo' real.
Esto no es halagador
para el amor de si.
Desde luego la nueva
idea de que el hombre es mecánico es un golpe tal contra el amor de si que hay
pocos que lo aceptan de buen talante.
Y decir que todos
estamos dormidos y aun no conscientes es un golpe intolerable para el amor de
si.
De seguro cada uno se
defenderá y dirá que es una insensatez.
Esto es, querrá, como el
Faraón, seguir gobernando y coartando la libertad.
Otra cosa en usted,
además del amor de si, tiene que ver la verdad de tales ideas.
Si no hubiera otras
emociones fuera de las que pertenecen al amor de si esto no sería posible y de
este modo tampoco seria posible ningún desarrollo.
De la aparición de estas
otras y nuevas emociones y su gradual fortalecimiento, depende el desarrollo, y
cuando se produce cambia el ser.
Maurice Nicoll
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