NUESTRO DESEO DE
LLAMAR LA ATENCIÓN
Por: Maurice Nicoll
Tan sólo a través de
un sentido distinto de la 'realidad' podremos tener un sentido distinto de
nosotros mismos; y éste, a su vez, modificará nuestro deseo de llamar la
atención.
Hay, por lo tanto,
dos clases de obstáculos que nos impiden ver la realidad superior del ser.
El descubrimiento de
los elementos psicológicos particulares que de una manera especial nos conectan
con lo externo, y que nos
retienen en su poder, pertenece a la psicología personal.
Pero acá nosotros
estamos más bien tratando acerca de los obstáculos conectados con nuestras
nociones naturales de las cosas, y con la necesidad especial de pensar de una
manera diferente acerca del mundo y de nuestra vida en él.
Diríase que no
podemos recabar suficiente energía como para empezar a desconectarnos de los
efectos de la continua succión o drenaje de las cosas externas, y que no
podremos hacerlo a menos que dispongamos de nuevos puntos de vista, de puntos
de vista especiales.
Hemos de empezar por
comprender las cosas de una manera distinta, por cuanto el cambio de sí mismo
es el cambio de la propia comprensión.
Por ejemplo, la idea de la recurrencia pertenece en
realidad a una nueva concepción del 'mundo'.
Puede traer consigo
un sentido de responsabilidad completamente nuevo hacia la propia vida; y,
surgiendo de esto, hacia la vida del prójimo.
Las tareas de la vida
han de completarse.
Nada podemos evitar
pues seremos devueltos al mismo punto una y otra vez, de nuevo y siempre de
nuevo.
Pero semejante manera
de pensar no existe en términos de lo 'visible', sino de lo 'invisible'.
Y es, justa y
precisamente, desde este aspecto desde el cual podemos obtener la energía
necesaria para hacer algo genuino con
nosotros mismos.
Toda noción del
espacio superior puede obrar sobre nosotros en la forma de una idea sumamente poderosa, una idea que
nos proporcione una visión completamente distinta del 'mundo' en que vivimos.
En tanto que si
creemos en el mundo del tiempo que pasa, nuestra comprensión de las cosas será
completamente distinta.
No tendremos nada
tras de nosotros, nada en que apoyarnos.
Nos encontraremos con
la vida en un punto, en un punto de reacción.
En este sentido,
Swedenborg observa que en su estado natural el hombre es únicamente una
reacción.
La filosofía mecánica
no podría expresar esta idea más poderosamente.
Pero no se trata de
demostrar que el hombre es únicamente una reacción.
En la actualidad hay
bastantes escuelas que alientan esta opinión.
El demostrarlo
científicamente sería del todo inútil.
Se trata de una idea que se ha de verificar
individualmente, vislumbre tras vislumbre.
Nosotros nos hallamos
sumergidos en la corriente de los acontecimientos.
No somos debidamente
conscientes.
Hagamos lo que
hagamos, no hacemos lo que nos es propio.
Swedenborg agrega:
'Se dice que, por muy buenas que sean sus acciones, el hombre natural está
muerto desde el punto de vista civil y moral'.
Pero esta idea puede hacerse efectiva
únicamente con relación a otra idea.
El hombre natural
puede vivir, puede despertar, puede ser 'espiritual'.
Y esto es lo que la
filosofía mecánica no incluye en su doctrina.
A menos que
alberguemos en la mente esta segunda idea la primera carece de todo valor.
Este es un asunto al
que se refiere Senancour, llamándole 'los misterios del despertar'.
El hombre que yace
sumido en apariencias y que vive conectado como un títere a las cosas externas,
es un hombre muerto; y lo es debido a que no se da cuenta del misterio del
mundo.
¿Qué, si no el
sentido de lo extraño, puede despertarnos?
¿Qué otra cosa puede
darnos nuevos pensamientos, nuevas percepciones?
Estamos “muertos”
porque no tratamos de entender, porque nunca encaramos el misterio de la
existencia con pensamientos reales que nos sean propios, porque nos
satisfacemos con explicaciones que nos impiden comenzar a pensar por cuenta
propia.
O, para decirlo de
otro modo, nos contentamos con únicamente la apariencia de las cosas; es decir
que no vamos más allá de la conciencia perceptual.
Maurice Nicoll
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