CÓMO SE
FORMAN LOS YOES
Por:
samael aun weor
Supongamos,
por ejemplo, que un individuo ve a una mujer provocativa y que no transforme
sus impresiones.
El
resultado será que las mismas impresiones, de tipo naturalmente lujurioso,
produzcan en él, el deseo de poseerla.
Tal deseo
viene a ser el resultado de tipo mecánico de la impresión recibida, y se
cristaliza, toma forma en nuestra psiquis. Se convierte en un agregado más; es
decir, en un elemento inhumano que en su totalidad constituye el ego.
Vamos a
seguir reflexionando pues.
En
nosotros existe ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula.
Ira. ¿por qué? Porque muchas impresiones llegaron a nuestro interior
y nunca las transformamos.
El
resultado mecánico de tales impresiones de ira, forman los “Yoes” que existen,
y viven en nuestra psiquis y que constantemente nos hacen sentir coraje.
Codicia. Indubitablemente, muchas cosas en
nosotros despertaron codicia: el dinero, las joyas, las cosas materiales de
toda clase, etc.
Esas
cosas, esos objetos, llegaron a nosotros en forma de impresiones, en otra cosa
diferente, en una atracción por la belleza o la alegría, etc...
Tales
Impresiones no transformadas, naturalmente se convierten en “yoes” de codicia.
Lujuria. Ya dije que distintas formas de lujuria
llegaron a nosotros en forma de impresiones, es decir, surgieron en el interior
de nuestra mente, imágenes de tipo erótico, cuya reacción fue la lujuria.
Como
quiera que nosotros no transformamos esas ondas lujuriosas, esas impresiones, ese sentir lujurioso,
ese erotismo malsano, naturalmente que el resultado no se hizo esperar.
Fue
completamente mecánico, nacieron nuevos “yoes” en el interior de nuestra
psiquis, “yoes” morbosos.
Nadie
podría decir que está viendo un árbol en sí mismo, está viendo la imagen del
árbol pero no el árbol.
La cosa
en sí, como decía Emmanuel Kant, nadie la ve: se ve la imagen de la cosa; es
decir, surge en nosotros la impresión
sobre un árbol, sobre una cosa y estas son internas.
El
resultado mecánico no se deja esperar.
Es el
nacimiento de nuevos “yoes” que vienen a esclavizar aún más nuestra conciencia,
que vienen a intensificar el sueño en que vivimos.
Cuando
uno comprende realmente que todo lo que existe dentro de uno mismo, con
relación al mundo físico, no son más que impresiones, comprende también la
necesidad de transformar esas impresiones.
Y al
hacerlo, se produce la transformación de uno mismo.
No hay
cosa que más duela que la calumnia o las palabras de un insultador.
Si uno es
capaz de transformar las impresiones que le producen tales palabras, pues esas
quedan sin valor alguno; es decir, quedan como un cheque sin fondo.
Ciertamente
las palabras de un insultador no tienen más valor que el que les da el
insultado.
Así que
si el insultado no les da valor, repito, quedan como un cheque sin fondo.
Cuando
uno comprende esto, transforma entonces las impresiones de tales palabras, por ejemplo, en algo distinto, en
amor, en comprensión para el insultador.
Esto,
naturalmente, significa transformación.
Así,
necesitamos estar transformando incesantemente las impresiones, no sólo las
presentes sino las pasadas.
Dentro de
nosotros existen muchas impresiones
que cometimos el error de no haberlas transformado en el pasado.
Muchos
resultados mecánicos de las mismas son los tales “yoes” que hay que desintegrar
a fin de que la conciencia quede libre y despierta. Las cosas, las personas,
dentro de ustedes, dentro de sus mentes. Si transforman esas impresiones
transforman la vida de ustedes.
Cuando en
uno hay, por ejemplo, una persona orgullosa de su posición social, de su
dinero, pero si esa persona piensa, por ejemplo, que su posición social es una
cuestión meramente mental, que son una serie de impresiones que han llegado a
su mente, impresiones sobre su estado social, cuando piensa que tal estado no
es más que una cuestión mental, o cuando analiza la cuestión de su valor, viene
a darse cuenta que su posición existe en su mente en forma de impresiones.
Esa
impresión que produce el dinero y la posición social, no es más que las
impresiones internas de la mente.
Con el
solo hecho de comprender que sólo son impresiones de la mente, haciendo
transformación de las mismas, entonces el orgullo por sí mismo decae, se
desploma, nace en forma natural dentro de nosotros la humildad.
Continuando
así con estos procesos de la transformación
de las impresiones, proseguimos con algo más.
Por
ejemplo: una imagen de una mujer lujuriosa llega a la mente.
Tal
imagen es una impresión, obviamente.
Nosotros
podríamos transformar esa impresión lujuriosa mediante la comprensión.
Así pues,
conviene que mediante la comprensión
transformemos las impresiones
que surgen en la mente.
samael
aun weor
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