jueves, 22 de enero de 2015

EL AMOR DE SI Y EL UNIVERSO

EL AMOR DE SI Y EL UNIVERSO
Por: Maurice Nicoll

Si un hombre se cambia a si mismo, su perspectiva del universo en el cual vive también cambiará.

El uno no puede cambiar sin el otro.

Así como lo que fue se ha vuelto diferente, así también el lugar en que vive se ha vuelto diferente.

Ya no se siente más a sí mismo de la misma manera en que antes lo sentía; y ya no siente más el mundo de la misma manera en que antes lo sentía.

¿Cuál es su vista del universo donde usted vive?

Quizá lo haya dado por supuesto del mismo modo que usted se daba por supuesto.

Es decir, nunca se detuvo a pensar ni en uno ni en el otro.

En mi caso, consideraba simplemente el universo como una vasta maquina, tan vasta que un rayo de luz que recorre 300.000 kilómetros por segundo necesitaría varios millones para cruzarlo.

Contiene billones de estrellas, muchas más de las que podemos ver a simple vista.

Estas estrellas están ordenadas en grandes masas llamadas galaxias.

Nuestro sol es una estrella en una galaxia, la vía láctea.

Nuestra galaxia tiene la forma de un disco.

Como estamos en el disco, al mirar hacia arriba vemos por encima de nuestra cabeza una espesa banda de estrellas.

Hay alrededor de 100.000 millones de estrellas, semejantes al sol, en nuestra galaxia.

El telescopio de 100" de Mount Wilson, en América, ha descubierto que hay unas 100.000.000 de galaxias parecidas dentro de los límites de su alcance, al cual llega hasta una distancia de 1.000.000.000 de años luz.

Intenten concebir la distancia que la luz recorre en un año yendo a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, que constituye un año luz, y luego traten de concebir una distancia de 1.000.000.000 de años luz.

Para nosotros es inconcebible, aunque tal vez no lo sea para una mente superior.

Un rayo de luz que surge de la segunda estrella más próxima a nosotros en nuestra galaxia — el sol es la estrella más cercana— necesita más de cuatro años para llegar a nosotros.

Ello significa que la vemos donde estaba hace cuatro años.

Vemos el sol, sin embargo, donde estaba hace ocho minutos.

Ninguna estrella, debido a su distancia y a la limitada velocidad de la luz que se arrastra por el espacio interestelar, está en el sitio en el cual parece estar.

En este universo, más extenso de lo que cabe concebir, de una increíble profundidad, la tierra navega como una diminuta partícula con la mitad iluminada.

En esa partícula, mitad en la sombra, mitad iluminada, ustedes y yo, llenos de egoísmo y auto-importancia, existimos como partículas todavía más infinitesimales.

Esta es nuestra situación en función de la magnitud física en el universo visible, que se extiende en un espacio de tres dimensiones.

En lo que respecta a la cuarta dimensión o dimensión-tiempo, tiene una relación peculiar con el momento presente del tiempo porque no vemos el lugar en que están las estrellas, sino el que ocupaban en el pasado.

Vemos el universo en el pasado —tal como era—.

Sería desagradable si ocurriese lo mismo con los objetos que están en nuestro cuarto.

Los veríamos, pero no podríamos tocarlos.

Ahora bien, ¿cuál es el efecto de esto sobre el amor de si?

¿No hace que el Hombre "ande con más humildad ante Dios", tal como dice la frase?

¿No disminuye acaso la exaltada idea que el Hombre tiene de su importancia?

Lo hizo antes, pero no ahora.

Hace algunos siglos cuando Galileo afirmó que la tierra no solo tenía un movimiento de rotación sino que giraba además en torno del sol, el amor de sí del hombre, al no ser capaz de ajustarse a esa idea, se sintió gravemente herido, hasta tal punto que Galileo fue detenido por la inquisición y tuvo que retractarse en público.

Fue en aquella oportunidad cuando murmuro: "Empero se mueve" ("e pur si muove").

Hasta ese entonces las gentes creían que esa diminuta partícula, nuestra tierra, era el centro inmóvil de todo el universo con sus miríadas de estrellas, las cuales giraban obsequiosas y humildemente en torno de ella, junto con el sol, todas las veinticuatro horas.

Pero siempre se encuentra la manera de reafirmar el amor de sí, si este recibe un choque al encontrarse ante algo que le quita el aliento o es estupendo.

De seguro que lo hará.

Es como la persona que al ver por primera vez el Partenón, para afirmarse, borronea su nombre en una de las columnas.

Al afirmar su amor de si, como un niño travieso, recobra su ligereza.

Algunos astrónomos modernos se comportan al parecer de la misma manera con el universo.

Es una técnica favorita del amor de si la de menospreciar todo lo que amenaza su supremacía.

Siempre queda el recurso de reír con escarnio.

La ciencia nos dice que el universo, por más gigantesco que sea, no es una razón para sentir un temor reverente o sorprendente.

Llegó a existir accidentalmente y carece de sentido.

Es así.

Puesto que el amor de si aborrece todo lo que es más grande o superior a el, se sospecha que ese aborrecimiento, que se origina en el amor de si, respalda la moderna negación científica del propósito y significado de cuanto existe.

Todo puede ser explicado, hasta el exquisito orden que cabe discernir en la estructura de las cosas más diminutas como los átomos, como también en las vastas cosas como los sistemas solares y las galaxias.

La naturaleza se ve como una serie de cajas chinas, una dentro de la otra, y los científicos ya están diciendo: "Esperamos que pronto podremos abrir la ultima caja, la más pequeña, la más recóndita de todas."

No agregan que con seguridad dirán que está vacía, cualquiera sea la cosa que encuentren.

Cuando Jung decía a Freud que muchos sueños tenían otra interpretación que la de la satisfacción sexual regresiva y algunos mostraban un útil rumbo prospectivo para el desarrollo personal, se le contestó que esa idea no se podía admitir.

Jung se negó a no admitirlo.

Hoy día la querella se entabló entre la ciencia en general y sus interpretaciones, algunas de las cuales son de sorprendentemente mala calidad.

Pero muchos científicos temen decir lo que piensan.

Declarar que el universo está respaldado por la inteligencia significa el ostracismo.

Ahora bien, la idea de un universo mecánico, accidental, carente de sentido, no ayudará al hombre a elevar su nivel de ser.

Producirá un efecto contrario, y en verdad así ocurre.

Al no sentir temor reverente ni asombro, el amor de si no es afectado.

Se dijo en el comentario anterior que si el amor de si no experimenta cambio alguno, tampoco se puede producir ningún cambio en una persona.

Aunque no se lo entienda bien, sólo me cabe decir que es inútil discutir sobre ese particular.

Claro está que el amor de si es el que siempre discute, por temor a perder el poder que ejerce sobre nosotros.

¿No han notado que el amor de si es muy sensible a los ataques?

El trabajo menciona dos gigantes que andan delante de nosotros y todo lo disponen de antemano.

Son el orgullo y la vanidad.

Estos dos aspectos del amor de si son muy sensibles a todo lo que puede deponerlos.

Es estar al servicio de crueles señores.

El trabajo no puede andar delante de nosotros (como debiera hacer en todas las cosas) mientras la fuerza de estos dos gigantes, vacios y estériles, no disminuya.

Observarlos largo tiempo los debilita.

Pero basta considerar un momento esto: es la calidad de nuestro amor al trabajo lo que determina nuestra valoración del trabajo y su poder para cambiarnos.

Si este amor es distinto de nuestro amor de si, luego al observar los gigantes los debilitaremos.

El trabajo los debilita, pero si nuestro amor al trabajo es sólo otra manifestación del amor de si, al observar a los gigantes no los debilitaremos sino que los fortaleceremos.

Pues bien, sabemos que, según la enseñanza del trabajo, el universo es una creación, no una cosa muerta, inexplicable, accidental y carente de sentido.

Es una cosa viviente compuesta de sistemas dentro de sistemas, cada cual con un propósito y significado, cada cual viviente y capaz de desarrollarse o de degenerar.

Fuimos creados dentro de ese universo con un propósito y significado como seres vivientes y capaces de desarrollo o de degeneración.

La humanidad en la tierra es, de hecho, un experimento especial en auto-evolución.

Se nos pide algo más que dejarnos vivir y ganar nuestra vida.

Es algo adicional que estudiamos por intermedio de las enseñanzas del trabajo.

El trabajo trata de esa cosa adicional.

Así por una parte, tal como dije al comienzo, puedo contemplar el universo como una vasta maquina, accidental, carente de sentido y muerta, o puedo considerarlo a la luz de lo que el trabajo me dice acerca de el.

¿Cuál es la actitud que mejor puede disminuir mi amor de si y de este modo cambiarme?

Les dejo que respondan por ustedes mismos y por mí.

Mencioné al principio que muy probablemente nunca hayan pensado profundamente acerca del universo y de este modo no tienen ninguna opinión formada sobre ese particular.

Lo aceptan tal cual es.

Sin embargo, es aquello dentro de lo cual todos existen.

El trabajo pone mucho énfasis en llamarles la atención sobre ese tema.

Pero las gentes ni siquiera se dan cuenta que viven en el sistema solar.

Parece extraño que ni siquiera extiendan su conciencia hasta ese punto.

¿No adivinan cuál es la razón de esto?

Maurice Nicoll




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