EL TRABAJO Y EL AMOR DE
SI
Por: Maurice Nicoll
Se dijo en el comentario
anterior que la parte externa del centro emocional es la sede del amor de si.
Por eso es tan necesario
referirse a menudo al amor de si mientras ese amor siga dominándonos completamente
y nos separe de las partes media e interior del centro emocional que el trabajo
trata de despertar.
Cuando el trabajo dice
que su objeto es el de despertar eventualmente al centro emocional, esto es lo
que en realidad quiere decir.
Cuando la emoción del
amor de si domina a una persona, el centro emocional está dormido.
No puede despertar.
Lo que ha de comprender
y volver a comprenderse es que la parte externa de una persona está dominada
por el amor de si.
El sitio psicológico de
este amor de si está ubicado en la división externa del centro emocional.
Mientras esa persona
siga dominada y por lo tanto guiada por el amor de si, ninguna otra cosa puede
guiarla.
Este es el primer punto.
El segundo es que
mientras alguien está dominado por su amor de si, en dicha persona no hay
posibilidad alguna de desarrollo de las divisiones interiores del centro
emocional.
No sólo se debe a que el
amor de si no puede conectar a una persona con el lado interno de si misma.
Es más que esto.
El amor de si en
realidad desune la parte externa de una persona de la interna — esto es, la
separa del lado que el trabajo intenta despertar y desarrollar.
El trabajo no trata de
desarrollar el amor de si.
Por el contrario, trata
de disminuirlo.
Intenta extraer la
energía de nuestro amor de si para que así esta energía liberada pueda seguir
otra dirección.
La acción del trabajo en
una persona no finca en hacerla más orgullosa y engreída, ni tampoco más
egoísta o centrada en si o negativa.
Fue concebido para
producir un efecto opuesto, a condición de que ésta lo haga.
Fue concebido para que
las gentes sientan más y más, en proporción a su poder de aguante y de
diferentes maneras, y después de distintos períodos, un proceso de
despersonalización, de modo que ya no tengan el mismo sentimiento de quienes o
que son.
Esta gradual retirada de
la energía de su acostumbrado sentimiento, estrecho, quebradizo y que se
resiente fácilmente, de "yo", está acompañado por un sentimiento de yo
gradual, nuevo y más amplio —como si uno estuviese viviendo en un lugar más
amplio—.
Este sentimiento de yo,
gradual, nuevo y más amplio, no está centrado en el amor de si.
No está situado en la
división externa del centro emocional.
Es interno con respecto
a la división externa.
Puede escuchar, sentir,
valorar y comprender el trabajo.
En suma, puede hacer lo
que el amor de si no puede.
Este nuevo sentimiento
de yo es muy deseable.
Es como si le
presentasen a uno una nueva civilización, otra forma de vida.
Pero durante mucho
tiempo el antiguo sentimiento de "yo" se reafirma temporariamente y
trata de recobrar su dominio.
Es ahí donde es posible
hablar de tentación, en el significado esotérico de la palabra.
Si se deja de mantener el
trabajo cálido y viable en uno mismo, si se lo deja enfriar por demasiado
tiempo, llega el castigo.
Toma la forma de un cese
de significado, de una muerte interior.
Se retorna a la vida.
Se empieza a quejarse
otra vez, se sienten los viejos agravios, se hacen cargos contra los otros y,
en suma, se canta la misma canción.
Esto es fácil.
Es mecánico.
No es el Trabajo.
Desde luego, no hay
nadie que nos pueda castigar.
Nos castigamos a
nosotros mismos —arrojándonos a un nivel más bajo porque nos hemos entregado al
sueño—.
El remedio finca en
empezar a trabajar otra vez —seriamente—.
Para esto debemos
sacrificar nuestro sufrimiento.
Claro está, es más fácil
dormir —y sufrir inútilmente, y "alimentar la Luna"—.
¿No se ha dado cuenta
todavía que una sola oración proferida por un "yo" negativo y
aceptada en nuestra charla interior permite la acometida de muchos
"yo" negativos?
Basta una oración tal
como: “Está muy bien que ella diga esto...". Desciende el ascensor de
golpe hasta el subsuelo, y todos los diablos de la noche emergen prontos para
comer su fuerza, como lo hacían antes.
Ahora bien, el amor de
si puede imitar el afecto a los otros.
Sin embargo, no se puede
ayudar a otra persona imitando afectos.
No son cognoscitivos
—esto es, no nos procuran ningún conocimiento, ninguna intuición interior—.
Las emociones
cognoscitivas —esto es, las emociones que nos procuran tanto el conocimiento
acerca de nosotros como de los otros— pertenecen a las divisiones medias e
interiores del centro emocional y no a la división externa.
El hombre o la mujer
poderosamente afectado por el amor de si no tendrán amor a algo tan abstracto
como el conocimiento.
¿Por qué habrían de
tenerlo?
Se consideran como si
fuesen todo.
El amor de si siempre
tiene consideraciones para consigo mismo.
No puede levantar la
vista.
Subyacente al amor de si
está, inevitablemente, el odio.
Es por eso por lo cual
el amor emocional mecánico se convierte en su opuesto cuando se lo provoca.
Lo que realmente desea
el amor de si es salirse con la suya y dominar todos los demás y convertirlos
en esclavos —hasta el mundo entero, como nos lo muestra la historia—.
Empero, adopta muchas
formas.
Se debería observar
algunas de las formas que adopta para uno mismo — quiero decir, en uno mismo—.
Si no se tienen
demasiadas actitudes falsas acerca de uno mismo y demasiados topes, se lo puede
descubrir de vez en cuando obrando en uno y tener una vislumbre de algunas de
sus maneras de ocultarse y de fingir que es algo muy diferente.
Basta reparar en que
todo lo que se hace para lograr, merito es en realidad amor de si.
Gran parte de lo que la
gente llama amor —tal como el amor por los amigos— es una extensión del amor de
si.
Si una persona es amable
con quienes son amables con ella, que no vaya a creer que el amor de si nada
tiene que ver con ello.
Basta esperar hasta que
la otra persona ya no sea más amable y observará el amor de si hinchándose como
una tormenta.
La vida del amor de si
es una muerte.
Las gentes inmersas
hasta el cuello en el amor de si están realmente muertas.
Solo son externas.
En ellas nada hay de
interno.
La forma más peligrosa y
desdichada del amor de si es amar el poder por si mismo —social, profesional,
político, local o doméstico—.
El amor a gobernar es
extraordinariamente destructivo para con la justicia o la tranquilidad de mente
y por cierto arruina el trabajo.
Una madre que gusta
dominar puede dañar mucho a sus hijos, en especial a los varones.
El modelo-amor es malo.
Además esta mala
característica suele fijar tempranas amarguras o tristezas en los niños.
He visto muchos ejemplos
semejantes.
Cuando el amor a dominar
a toda costa se antepone a todo, una persona es interiormente un verdadero
demonio, sea cual fuere su apariencia exterior.
Se lo puede sentir experimentando
el cese de todo en uno mismo, el marchitamiento de todo pensamiento y
sentimiento.
Tales personas tratan de
parecer simpáticas.
Se adoran a si mismas.
El hombre aprisionado en
su amor de si se ve a si mismo en todo.
Está rodeado por si
mismo.
Su mente está cubierta
de su propia imagen.
Aún cuando eleve sus
pensamientos al cielo, se ve a si mismo allá y piensa en si mismo y en cómo ha
de comportarse y en qué observación convencional debe hacer —como "Lindo
lugar este"—.
Pues ¿cómo puede
elevarse el amor de si por encima de si mismo?
Dejaría de ser amor de
si.
¿Cómo podría dejar de
preocuparse por lo que le sucedió?
¿Cómo podría dejar de
estar siempre considerando internamente?
Se podría pensar que el
conocimiento de sí —para lo cuál una vida no es bastante— surge naturalmente
del amor de si.
Si un hombre solo se
interesa por si mismo y por lo que le es propio y siempre se contempla a si
mismo, ¿acaso no se conocerá necesariamente?
Por el contrario, será
ciego a la clase de persona que es.
El amor de si no es
cognoscitivo.
No establece memoria
para la "próxima vez".
Deja en tinieblas, sin
luz, interiormente.
Por lo tanto dicho
hombre aborrecerá la observación de si que permite entrar un rayo de luz dentro
de él.
El primer mandamiento
del Decálogo dice: "No tendrás otro Dios que a mi".
Para la mente sensual,
literal, esto significa que no hay que inclinarse ante los ídolos.
El significado
psicológico dice que no hay que adorarse a si mismo.
Sólo se puede dejar de
hacerlo, observando poco a poco a qué se asemeja uno.
El hombre que se ama a
si mismo ante todo, se adora.
Hace de si mismo un
dios.
Ahora bien, lo que
debemos amar más, es nuestro Dios.
Piensen un instante.
¿Qué es lo que más aman?
¿Quién es el Dios de
ustedes?
Maurice Nicoll
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