LA VENGANZA
Por: Maurice Nicoll
VENGANZA Y
CANCELACIÓN
Todos
sabemos que el "insulto" despierta la sed de venganza y no se
preocupa en absoluto por la cancelación.
Porque,
debido a ello, cancelar es matar al otro y no ver la misma cosa en uno mismo.
Cuando se
tiene sed de venganza, se está dominado por los "Yo" malvados.
Nos sugieren
esto y aquello.
Si se los
vigila, se llega a conocer algo de lo que está en uno.
Pero si no
se lo hace, nos identificaremos con ellos.
Es mucho más
fácil identificarse.
Un punto de
vista limitado, procura mucho más satisfacción.
La venganza
es dulce.
El Trabajo Psicológico Práctico no lo es.
Ir en contra de uno mismo nunca es dulce.
Cuando una
persona se identifica de esa manera en lugar de separarse, cada uno de
esos "Yo" le sugerirá que diga esto o aquello, que escriba o se
comporte de esta o de otra manera.
Pero a dicha
persona le parecerá que es ELLA MISMA la que piensa todo
esto.
Le parecerá
como si: "Pienso que diré o escribiré esto.
Pienso que
escribiré aquello", o "Pienso que haré esto.
No, pienso
que haré aquello".
Lo que le
sucede es que ciertos "Yo"' que viven en la parte negativa de los
centros se han apoderado de ella.
Simplemente,
les permitió que se apoderen de ella.
Está dormida
y gozando de emociones negativas.
Recorre así
la parte baja de la gran ciudad de sí misma.
Ya está en
las manos de gente muy desagradable.
Esos
"Yo" son inescrupulosos y malvados.
Pero dicha
persona no los ve.
Por medio de
un ardid —y qué ardid—
son al parecer ella —su pensar y su sentir—.
Los toma por
ella, así le infunden sus pensamientos y sentimientos.
Se
identifica con ellos.
Les dice
"Yo" a ellos.
A cualquier
cosa que le diga "Yo", la toma como si fuese ella y con eso está
identificada.
Hace de esa
cosa algo igual a ella.
Este es el
identificarse.
El proceso
no es deliberado.
Sucede
automática e instantáneamente.
Tiene que
suceder automática e instantáneamente a toda persona que toma lo que ocurre
dentro de ella como si fuese ella misma.
Este
misterio no se entiende.
Hace poco lo
llamé un ardid.
La mayoría
de las gentes no lo ven.
Algunas
personas nunca llegan a verlo.
Si una
persona empieza a verlo, descubre para sorpresa suya que es un ardid.
Es por
cierto un ardid.
Es uno de
los diversos ardides muy sencillos y muy exitosos que mantienen el misterio
central de que el Hombre está dormido pero que puede despertar, y sin embargo
no se da cuenta de ello.
Pues bien,
estando ya, mediante el identificarse, en las manos de algunos "Yo"
pertenecientes a las calles menos deseables de la ciudad psicológica de usted,
si continúa identificándose, como la tonta y ciega oveja que se es con respecto
a lo que ocurre dentro de uno, caerá en manos de una multitud de "Yo"
aún más groseros y rudos y malvados.
No reparan
en la calumnia, en incriminar a los otros y hacer uso de la violencia.
Ellos, a su
vez, pueden entregarlo a los "Yo" más bajos, asesinos y malvados.
Todo esto
puede y suele resultar del desenfrenado identificarse con los "Yo"
negativos cuando se busca el desquite y la venganza.
Ahora bien,
sólo desean una cosa.
Esos
"Yo" desean dominarlo a usted y extraerle su fuerza.
Emplean como
método el identificarse con ellos, de modo que su conciencia ya no puede
distinguir entre usted y ellos.
Pero le
recordará aquí que se la pueda adiestrar para que lo logre.
El Trabajo
desea que lo haga para que no siga perdiendo la pequeña parte de conciencia que
posee.
Ahora bien,
el identificarse con un "Yo" es lo mismo que si un hombre de la calle
se convirtiese de súbito en usted.
Es como si
ese hombre hubiese desaparecido en usted, y usted no se hubiera dado cuenta de
nada.
Desde luego,
esto sólo puede suceder si usted es inconsciente de todo cuanto ocurre en sí
mismo.
El único
remedio es dejar penetrar un rayo de luz de conciencia en uno mismo.
Esto
significa que es preciso observarse a sí mismo —y observarse significa ver las
cosas en uno mismo y ver eventualmente que muchos "Yo" diferentes
viven en uno y usan nuestro nombre y voz—.
Llegar a
esta etapa de autoobservación se asemeja a ver muchas personas diferentes en la
calle donde parecía que uno estaba solo.
Ahora bien,
nuestros vínculos con el mundo externo son tales que cuando vemos una persona
en la calle no la tomamos como si fuese uno mismo.
No decimos:
"Yo soy esa persona, esa persona es mí".
Ni tampoco
dicha persona puede acercarse y decir:
"Usted
es mí y yo soy usted".
Tal conducta
sería embarazosa.
Por cierto,
nos enfureceríamos ante tal intento de posesión.
No obstante,
el vínculo que mantenemos con el mundo interno de uno mismo es tal que esto
sucede continuamente y no nos embaraza ni nos trastorna en lo mínimo.
El ardid
obra bella, silenciosa y prácticamente, y nadie se da cuenta de ello.
En este
momento está en uso en todo el mundo.
El Trabajo
trata que nos demos cuenta de ello, de abrir nuestra comprensión.
Pero hasta
con la ayuda del trabajo y todo lo que enseña las gentes siguen sin darse
cuenta del ardid.
Claro está,
si ya estamos poseídos interiormente por aquel estado de conciencia llamado
Percepción dé Sí que el Trabajo nos recomienda firmemente de lograr para
nuestro bien, percibiremos en seguida que tratan de engañamos cuando algún
"Yo" se nos acerca internamente y dice: "Usted es mí y yo soy
usted", y luego intenta desaparecer dentro de nosotros.
Nos daríamos
cuenta tanto de la aproximación del "Yo" y de su intención de
dominamos convirtiéndonos en él, como el príncipe de los cuentos de hadas que
se convierte en una rana o Circe que convierte a los marineros de Ulises en
cerdos.
Pero esta
clase de magia se sigue haciendo y en todo momento la gente es convertida en lo
que no es.
De seguro la
isla de Circe es este mundo.
Ahora bien,
como a Ulises nos fue dado un remedio desde lo alto, un contra-hechizo divino.
Es el Tercer
Estado de Conciencia.
Es el
Recuerdo de Sí, la Percepción de Sí y la Conciencia de Sí.
Sin embargo,
no utilizamos este remedio porque no vemos la necesidad de hacerlo.
El Trabajo
no es actual ni lo bastante serio para nosotros y no vemos claramente lo que
nos está sucediendo.
Tenemos
dentro de nosotros una cantidad de topes que suavizan las cosas.
En cuanto al
Trabajo, solemos estar en un estado de ofuscamiento, de confusión y de
perplejidad, día tras día.
Vamos a la
deriva.
No vemos,
por ejemplo, que en realidad nos domina una mayoría de "Yo" que es
hostil o indiferente al Trabajo, y a toda la enseñanza del esoterismo —que nos
dominan varios "Yo" a los cuales sólo alguna clase de amor propio en
nosotros les impide seguir su curso lógico, o que se esconden con tanta
inteligencia que no comprendemos conscientemente el verdadero peligro de
nuestra situación interior.
Tenemos
"Yo" que son antagónicos al Trabajo como también lo son realmente en
la vida algunas personas intransigentes y mezquinas.
Tales
"Yo" pueden emponzoñarnos tranquilamente.
Se pueden
ocultar tras un retrato de virtud.
Si algún
"Yo" lo hace, tengan la seguridad 'que es secretamente nuestro
enemigo.
Poco
sospechamos cuántos "Yo" son nuestros enemigos y sólo desean retener
su poder sobre nosotros.
Ahora bien,
la necesidad del Recuerdo de Sí se asemeja a llevar en las manos una copa de
vino llena hasta el borde.
Por eso es
necesario entre otras cosas notar cuando uno está andando dentro de sí mismo.
En los
barrios de mala fama se corre por cierto el peligro de que le hagan caer la
copa de las manos.
Por lo
tanto, se estará bajo la pura necesidad de encararse con el
"insulto" de una manera que no sea la del desquite mecánico y de la
venganza ni la de sólo sentirse ofendido.
Porque todas
estas cosas nos hacen negativos y nos llevan a los barrios bajos.
Así se
pierde la oportunidad de trabajar sobre sí y se derrama una parte del vino a no
ser que se encuentre la manera de entenderse consigo mismo.
Es aquí
donde interviene la cancelación.
Este caso es
diferente para quienes no han alcanzado aún la necesidad del Recuerdo de Sí.
Aun no
llevan copa alguna.
No son los
que llevan la copa.
Tratan de
recordarse a si mismos ocasionalmente cuando gozan de tiempo y no tienen nada
importante que hacer.
Maurice
Nicoll.